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Este año las Naciones Unidas celebran el 20º aniversario de la adopción de la Resolución 1325 (2000) del Consejo de Seguridad sobre la mujer, la paz y la seguridad, una resolución histórica que reconoce la inmensa contribución de las mujeres a la paz y la seguridad internacionales, así como su papel fundamental en la prevención y resolución de conflictos, y el mantenimiento y la consolidación de la paz.

En todas las partes del mundo, las mujeres y los jóvenes se enfrentan a la discriminación, la marginación y la exclusión, y esto incluye un acceso desigual a la educación, al trabajo digno y a las oportunidades de liderazgo. La pandemia del COVID-19 no ha hecho más que ampliar estas brechas.

Con poca o ninguna intervención en el sistema educativo, las mujeres y los jóvenes corren un mayor riesgo de padecer hambrunas, falta de vivienda, abuso físico y psicológico, explotación sexual y daños físicos y mentales generales.

Cada dos semanas, Ko Bobby, un académico y escritor budista, reúne a un grupo de conocidos expertos religiosos, escritores y educadores en un estudio de televisión en Yangon, Myanmar. Durante la siguiente hora, en un programa titulado "Way Forward to Harmony and Peace" (El camino hacia la armonía y la paz), los invitados debaten acerca de cómo combatir el discurso del odio y promover el entendimiento interreligioso.

Al hablar en la apertura de la primera "Asamblea sobre Mujeres, Religión y Diplomacia", la Prof. Azza Karam, Secretaria General de Religiones por la Paz Internacional (RfP), quiso dejar las cosas claras.

"El trabajo de las mujeres religiosas no es nada nuevo", dijo. "Lo que sí es nuevo es la colaboración entre hombres y mujeres para alzar la voz de las mujeres a la hora de hablar de verdades concretas, críticas y globales".

A lo largo de las sinuosas calles empedradas del centro de la ciudad, los representantes de las distintas comunidades religiosas de Viena dirigieron silenciosamente a los miembros de la comunidad, políticos y periodistas en una marcha unida contra el odio perpetrado durante el ataque terrorista de la semana pasada.

Sólo tres días antes, el 2 de noviembre, en estas mismas calles colindantes a la principal sinagoga de Viena, unos rápidos disparos se desgarraron en el aire, mientras el atacante se abría paso por el centro histórico de la ciudad. 

Los casos del COVID-19 han aumentado considerablemente en América Latina. ¿Cuáles son las necesidades más urgentes de la región en este momento y qué tipo de soluciones se requieren?

Si hay algo característico de una pandemia es la ausencia de límites o fronteras. La Organización Mundial de la Salud la define como la propagación mundial de una nueva enfermedad. El COVID-19 no sólo afectó a América Latina, sino al mundo entero, y la necesidad más urgente para la humanidad en su conjunto es encontrar una vacuna para este virus.

La pandemia ha detenido al mundo en su avance. Los sistemas de atención sanitaria se han visto llevados hasta el límite, los mercados mundiales se enfrentan a una espiral descendente y las desigualdades se han profundizado, ya que los más vulnerables de la sociedad están siendo los más afectados.

Desde economistas hasta epidemiólogos, expertos de todo el mundo se han unido para ofrecer soluciones a estos desafíos sin precedentes. Sin embargo, ¿qué papel podrían desempeñar los líderes religiosos?