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- EDITORIAL: ¿Puede haber paz externa si no hay paz interna?
Cuatro meses después de que los atentados con bomba de Sri Lanka se cobraran cientos de vidas inocentes, el Dr. Mohamed Safiullah Munsoor y el Profesor Mohammed Abu-Nimer defienden que la clave para evitar la violencia inspirada en la religión es redescubrir la tradición de la “espiritualidad interior” común a todas las confesiones.
“Han pasado casi cinco meses desde los terribles atentados del Domingo de Resurrección en Sri Lanka y, tras la conmoción inicial que provocó esta atrocidad, debemos ofrecer una respuesta más coherente y sosegada: una respuesta basada en un compromiso renovado de cooperación que trascienda las barreras religiosas y en un llamamiento para que quienes predican el islam entiendan y proclamen correctamente sus fundamentos espirituales y doctrinales.
Los versículos principales del Corán (sura Al-Hujurat) subrayan el carácter universal del islam: ‘¡Oh, humanidad! Os creamos a partir de una única (pareja) de hombre y mujer y os organizamos en pueblos y tribus para que os reconocierais unos a otros...’ y ‘si alguien mata a una persona, es como si matase a toda la humanidad; si alguien salva una vida, es como si salvase la vida a toda la humanidad’ (sura Al-Ma’idah).
A esto se suman las palabras del Profeta: ‘Ninguno de vosotros creerá hasta que ame a su hermano o a su hermana como se ama a sí mismo o a sí misma’ (An-Nawawi).
Como vemos, la esencia del islam se basa en una espiritualidad interior que engloba los principios de la solidaridad humana y la igualdad. Entonces, ¿qué ha fallado? ¿Qué podemos hacer para fomentar un cambio encaminado a cultivar la armonía espiritual?
En primer lugar, debemos establecer una definición común de lo que es la ‘armonía espiritual’, ya que este término puede tener un significado muy distinto para cada persona. En este contexto, la armonía espiritual se puede describir como un reflejo de nuestras diversas capacidades para expresar solidaridad, empatía y simpatía por quienes pertenecen a grupos confesionales o no confesionales diferentes. Este espacio para expresar los preceptos de la solidaridad y la comprensión constituye nuestro espacio físico y mental sagrado compartido.
Todas las religiones comparten un conjunto universal de valores. Por lo tanto, el primer paso es adaptar las distintas narrativas religiosas para que reflejen esta idea. Si se hace sistemáticamente y con sensatez, este enfoque enriquecerá y transformará mentalidades de forma positiva y fomentará la armonía entre comunidades. El mejor modo de lograrlo es el diálogo interreligioso, que posee un enfoque, una metodología, herramientas y un marco propios destinados a crear vías para establecer un diálogo más profundo.
En segundo lugar, encontramos una cuestión más importante que a menudo se pasa por alto: ¿Puede haber paz externa si no hay paz interna, dentro de uno mismo?
Dado que en general la evolución de las religiones las ha convertido en realidades institucionalizadas y formales, debemos centrarnos simultáneamente en los aspectos externos e internos de la práctica y la espiritualidad. Es decir, además de observar los rituales externos, que aportan la ‘forma’, también es necesario centrarse en la dimensión interna o ‘espíritu’, que constituye el nexo entre cerebro y corazón.
Para mejorar la espiritualidad, las religiones disponen de una gran cantidad de prácticas contemplativas que incluyen la meditación (vipassana o introspección y anapanasathi o respiración consciente) en el budismo, el sistema yóguico multidimensional del hinduismo, la oración contemplativa del cristianismo y el dhikr (recuerdo) del islam, que se compone de rezo silencioso, recitación y conciencia plena (maraqaba).
Hay cada vez más pruebas neurocientíficas de que estas prácticas contemplativas tienen efectos beneficiosos tanto en el plano neurofisiológico como en el psicológico y de que, si se realizan correctamente, influyen en la actitud y el comportamiento, aportando un significado interno, profundo y duradero a quien las practica.
Así, si por un lado recordar la necesidad de fortalecer nuestra espiritualidad interior es un paso vital, por otro, la educación espiritual universal (los valores, las herramientas y los rituales que facilitan una comprensión más profunda de todas las religiones) es un factor importante para lograrlo. Este aspecto ha estado totalmente ausente en todas las escuelas, además de en espacios públicos y privados como madrasas, pirivenas, gurukulas y seminarios; y lo ha estado a pesar de que es posible constatar la reciente aparición de la ‘espiritualidad en la esfera pública’ (Bouckaert, 2003) y de que sus prácticas se consideran útiles.
No debe asustarnos enseñar a nuestros jóvenes los valores positivos que aporta cada credo. En el contexto actual, en un mundo lleno de problemas, es una obligación. El enfoque, los métodos y las herramientas están disponibles en el espacio religioso y tanto los académicos religiosos como el público general deben usarlos de una forma más seria y sistemática ya que tienen implicaciones a escala individual y social. Esperamos que los líderes religiosos se acerquen a personas de otras confesiones y se conviertan en un ejemplo para la consolidación de la paz.
Cuando los líderes religiosos asumen de verdad la función de promotores de la paz dentro y fuera de sus círculos comunitarios, contribuyen enormemente a la seguridad y fortalecen la causa contra el extremismo violento. Sin embargo, para que esto suceda, nuestros responsables políticos y nuestras instituciones de seguridad deben llegar a esos líderes religiosos y buscar sus aportaciones y su apoyo mediante un compromiso positivo, no a través de la manipulación política o la intimidación: ’Devolver odio por odio multiplica el odio, añade una oscuridad más profunda a una noche ya desprovista de estrellas. La oscuridad no puede expulsar a la oscuridad: solo la luz tiene esa facultad’ (Martin Luther Jr., 1963).
Por lo tanto, cambiar la brújula interior con prácticas contemplativas, sistemas basados en valores, educación espiritual y un compromiso positivo entre los líderes religiosos y los responsables políticos de Sri Lanka mejoraría el proceso de sanación de las heridas y aportaría una mayor claridad para encontrar la dirección correcta en el camino de la vida. Hay que hacer un esfuerzo consciente por irradiar paciencia, amor, tolerancia y compasión para sanar los corazones y calmar las mentes”.
El Dr. Mohamed Safiullah Munsoor, de Sri Lanka, es el Director de Programas del Centro Internacional de Diálogo (KAICIID). Estudió en la Universidad Royal College de Colombo y después se trasladó al extranjero para cursar su primer doctorado en Desarrollo rural internacional con mención especial a las organizaciones locales de Myanmar (Universidad de Reading, Reino Unido) y su segundo doctorado en Liderazgo espiritual y desarrollo personal: un estudio de caso de una orden espiritual en Malasia (Universidad de Malaya).
El Profesor Mohammed Abu-Nimer es Asesor Sénior del Centro Internacional de Diálogo (KAICIID) y Profesor en la Escuela de Servicio Internacional de la American University (AU), Washington D. C. También ha sido Director del Instituto de Consolidación de la Paz y Desarrollo de la AU. Fundó el Instituto Salam por la Paz y la Justicia y ha impartido talleres sobre diálogo interreligioso y resolución de conflictos en todo el mundo, inclusive en Sri Lanka. Además de contar con numerosas publicaciones, fue uno de los miembros fundadores de la revista Journal of Peacebuilding and Development.
Versión editada de un texto publicado en el Daily FT de Sri Lanka.