El pasado 2 de junio de 2016, la legislatura de la ciudad de Buenos Aires aprobó por amplia mayoría una ley en la que se declara a la capital Argentina como “Ciudad de Diálogo Interreligioso”. La ley considera a la ciudad el “ámbito donde personas, comunidades e instituciones de distintas tradiciones religiosas conviven armónicamente, valoran la riqueza de la diversidad religiosa, promueven los valores comunes compartidos y entablan relaciones a través del diálogo, la reflexión y acciones de cooperación a fin de fortalecer el tejido social en pos del bien común”.
La iniciativa, que establece el 9 de agosto como el “Día del Diálogo Interreligioso”, fue propuesta por el legislador Omar Abboud, presidente del Instituto para el Diálogo interreligioso de Buenos Aires y participante en el Foro Global del KAICIID, celebrado en Viena en noviembre de 2013. Abboud ha trabajado en muchos proyectos con Claudio Epelman, Director Ejecutivo del Congreso Judío Latinoamericano (CJL) y miembro del Foro Asesor del KAICIID.
A propósito de la promulgación de esta histórica ley, Epelman conversó con el KAICIID sobre la situación del diálogo interreligioso en Argentina, su impacto internacional y el potencial de los líderes religiosos en la construcción de la paz.
América Latina pudiera verse como una región con poca diversidad y conflicto religiosos. Sin embargo, Argentina ha sido pionera en materia de diálogo interreligioso. ¿Desde cuándo se ha trabajado por el diálogo interreligioso en Argentina y de dónde surgió ese gran interés?
Hasta hace 30 años, en Argentina se hablaba de una sociedad construida por inmigrantes -en su inmensa mayoría europeos- a finales del siglo XIX y comienzos del XX. En el siglo XX se hablaba del concepto del “crisol de razas”, en referencia a un proceso químico que resulta en una sustancia homogénea. Sin embargo, en los últimos 30 años se modificó ese concepto y se empezó a hablar de diversidad y pluralismo. En ese momento se empiezan a reconocer otras religiones minoritarias, las iglesias y las organizaciones comunitarias interactúan sobre la base de la interacción de la gente. Sobre la base de esa espontaneidad, se generan espacios de encuentro, de diálogo interreligioso, donde sin lugar a dudas una de las personas que más aporto fue el entonces obispo de Buenos Aires Jorge Bergoglio, hoy Papa Francisco, quien además de ser un ferviente creyente en el dialogo interreligioso, se involucró personalmente y se ocupó de construir vínculos con otras comunidades religiosas. El hecho de que luego haya sido Papa le dio una proyección increíble a esta realidad que se vive en Argentina.
¿Qué importancia tiene para el CJL el diálogo interreligioso y desde cuándo han trabajado en esa área?
El CJL trabaja en este tema hace unos 15 años, basado en una visión de la tradición judía que tiene que ver con que la paz se construye sobre las acciones que vamos tomando. Entendemos que el entendimiento entre los líderes religiosos es un aporte sustancial a la construcción de convivencia entre los pueblos. Nosotros decimos que la convivencia interreligiosa no es producto de la providencia divina sino del trabajo de los líderes que con coraje tienden vínculos entre las religiones. En ese sentido, trabajamos el tema del diálogo interreligioso como una forma de respetar la identidad religiosa del otro y respetar la pluralidad en un marco de absoluta convivencia.
¿Cuál ha sido el aporte del CJL para que la realidad Argentina se haya convertido en referencia internacional?
El CJL es una organización internacional que tiene su sede en Argentina. Desde acá podemos observar, aprender de las distintas expresiones de diálogo que se dan en Argentina y darle proyección internacional tratando de mostrar que cuando encontramos convivencia en algún país, en lugar de importar problemas, tenemos que exportar el mensaje de que la convivencia en paz es posible. La sociedad argentina es una prueba de esto. Nosotros trabajamos activamente en mostrar este ejemplo de convivencia que se da en Argentina, especialmente a través de vínculos que tenemos con líderes de las distintas religiones, de distintos trabajos que vamos realizando y en distintos foros internacionales en los que vamos participando. Cimentamos esta idea de que la convivencia interreligiosa es posible y Argentina es prueba de ello.
Una cosa importante de Argentina que no ocurre en otros países es que aquí hay una comunidad judía y una comunidad musulmana importante. Por ejemplo, en Uruguay hay una comunidad judía importante, pero no hay casi comunidad musulmana. En algunos países centroamericanos donde hay comunidades musulmanas muy importantes, las comunidades judías son pequeñas. En cambio, en el caso de Argentina, tanto judíos como musulmanes tienen comunidades muy importantes. Esto también le da a Argentina una singularidad en lo que significa el diálogo entre las religiones.
¿Y en algún momento en Argentina hubo problemas entre las religiones, o esa convivencia y armonía han existido desde siempre?
Problemas y situaciones de intolerancia existen, como en todos los países, pero de ninguna manera lograron socavar lo que se construyó a lo largo de casi cuatro generaciones de inmigrantes que llegaron a Argentina y que acuñaron una sociedad absolutamente diversa. La convivencia interreligiosa se vivió con una absoluta espontaneidad y naturalidad. Las expresiones de antisemitismo, islamofobia o anticristianismo que existen en Argentina de ninguna manera rompieron la posibilidad de que las comunidades continúen trabajando en conjunto.
¿Cuál ha sido el papel de los líderes religiosos y de los responsables políticos en el proceso de alcanzar la declaración de Buenos Aires como “Ciudad de Diálogo Interreligioso”?
Yo diría que es básicamente un fenómeno que surgió de los líderes religiosos, de las comunidades religiosas, y que solo en los últimos años ha habido un acercamiento hacia los sectores políticos. Esto tiene que ver con algo que desde el CJL hemos promovido de forma activa: de la misma manera que hemos logrado encontrar ámbitos donde gente diversa puede encontrarse para discutir y para poder encontrarse desde la diversidad, este mismo mensaje lo estamos pregonando en la política, como una forma de mostrar que desde la religión se apoya también la construcción de un entramado en la sociedad. Y acá es donde Argentina tiene una diferencia del resto de los países. Muchas veces la política tiene que moderar expresiones religiosas de intolerancia. En el caso de Argentina, el diálogo interreligioso promueve mucha más tolerancia entre las distintas expresiones políticas.
¿Eso quiere decir que desde la religión están exportando a la política ese modelo de diálogo y armonía?
Absolutamente. En Medio Oriente, la política y los gobiernos tienen que frenar las expresiones de intolerancia. Acá en Argentina, los líderes religiosos intentan poner mucho más dialogo a la política. Es justamente el fenómeno inverso.
Llama la atención que el presidente argentino, Mauricio Macri, ha incluido el diálogo interreligioso como una de las prioridades de la agenda del país. Eso no se oye con mucha frecuencia en boca de responsables políticos de alto nivel.
El hecho de que haya una ley que reconoce el valor del diálogo interreligioso en Argentina puede llamar la atención de quienes no son argentinos. Sin embargo, en Argentina, en Buenos Aires, nadie vio la ley como algo singular, porque es una cosa totalmente natural. Nadie lo registró como algo excepcional. La ley está llegando detrás del fenómeno social que incorpora con mucha espontaneidad y naturalidad la “interreligiosidad”. Pero sí sorprendió fuera de Argentina.
¿Cuáles cree que serán las consecuencias de la declaración?
La ley está llegando detrás del fenómeno social. Lo que está haciendo esta ley es institucionalizar el diálogo interreligioso, darle un lugar formal dentro de la sociedad argentina como un mecanismo constructor de entendimiento entre las distintas comunidades religiosas y definitivamente como camino constructor de convivencia. La ley reconoce el valor que tiene el diálogo interreligioso y el compromiso del Estado y del Gobierno de fomentar, estimular y mostrar esto que ocurre en la ciudad de Buenos Aires.
¿Cuáles son sus expectativas personales en materia de diálogo interreligioso?
Hace 3 semanas, el jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires convocó a unos 40 líderes religiosos a un almuerzo para compartir algunas reflexiones de lo que significaba la convivencia para Buenos Aires. En el almuerzo, la comida que se sirvió era kosher, la comida tradicional judía, para facilitar que todos pudieran estar reunidos alrededor de la mesa. El jefe de gobierno invitó a todos los participantes a hacer alguna reflexión o sugerencia para que el Gobierno pueda trabajar. Yo dije que festejaba el almuerzo donde pudimos compartir juntos la comida. Dije que si este almuerzo que se daba en Buenos Aires se pudiera repetir en cada ciudad del mundo, el mundo sería muy distinto. Si judíos, católicos y musulmanes pueden encontrarse para comer, sin matarse unos a otros, tendríamos un mundo muy distinto. Esto es Buenos Aires y ésta es la vocación, trabajar para que en el mundo, en cada ciudad donde haya disputas religiosas, podamos trabajar, encontrarnos y comer juntos.
La declaración de Buenos Aires como “Ciudad de Diálogo Interreligioso” es fruto del trabajo de los líderes religiosos y un ejemplo de lo que pueden hacer por una sociedad. ¿Cuál cree usted que es el papel de los líderes religiosos en la construcción de la paz?
Los líderes religiosos por sí mismos no pueden alcanzar la paz, pero sin los líderes religiosos los líderes políticos tampoco pueden. Ahí es donde tienen que trabajar en conjunto, ambos cada uno en sus distintas áreas de influencia para poder construir entendimiento. Como resultado de esa colaboración, se puede vivir en paz. Ese es el gran desafío que tenemos.
De ahí también se desprende la importancia del KAICIID, que trae a la mesa tanto a líderes religiosos como a responsables políticos.
Sin duda. En la medida que se pueda trabajar en conjunto, poner en la misma frecuencia a líderes religiosos y líderes políticos, mucho más fácil va a ser la posibilidad de destrabar todos los conflictos que vemos desafortunadamente en los diarios.