El proyecto "Faith4SDGs" del KAICIID muestra el trabajo de las organizaciones religiosas para proporcionar educación de calidad, agua potable, energía renovable, puestos de trabajo, viviendas seguras y garantizar la igualdad de género en línea con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas. El proyecto pretende movilizar aún más a las comunidades religiosas en torno a las agendas de desarrollo mundial e insta a que la comunidad internacional reconozca sus contribuciones.
En 2017, cuando una ola de inestabilidad política se abatió sobre la República Democrática del Congo (RDC), todo cambió para Zawadi Uwamahoro. Unos hombres armados llegaron a su pueblo sin previo aviso y lanzaron una campaña de violencia incalificable. La masacre se cobró la vida de sus padres, y Uwamahoro y sus hijos se vieron obligados a huir.
Se calcula que 5 millones de congoleños fueron desplazados entre 2017 y 2019, desarraigados por los militantes que llevaron a cabo una ola de asesinatos, violencia sexual e incendios provocados en el noreste del país.
Uwamahoro se unió a los cientos de miles de personas que cruzaron la frontera con la vecina Uganda, donde se encuentra la mayor población de refugiados de África. Allí, ella y sus hijos encontraron refugio y protección ante el peligro; pero al carecer de un hogar o un medio de vida, el futuro parecía oscuro.
Y entonces le ofrecieron una educación.
“Sabía que tenía que adquirir los conocimientos necesarios para ganarme la vida, para desarrollarme como persona y poder cuidar de mi familia", dice Uwamahoro.
En el extenso asentamiento de refugiados de Rwamwanja, en Uganda, donde viven casi 70.000 personas que huyen del conflicto y la violencia, Finn Church Aid (FCA) trabaja con la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) y el gobierno ugandés para ayudar a los refugiados a superar la adversidad mediante el entrenamiento técnico y profesional. Uwamahoro fue invitada a participar en su curso de agricultura local, sentando las bases para un futuro más próspero.
“Cambié mi vida con el aprendizaje. Me enseñaron el negocio de la agricultura. Aprendí sobre la tierra y la agricultura, cómo cultivar hortalizas y cosechar, cómo criar animales", dijo. "Tengo una familia que necesita que la mantenga y, antes de recibir mi educación, no podía alimentarlos muy bien. Pero ahora tengo dinero y estabilidad.”
Según las estimaciones de la ONU, las organizaciones confesionales, como la FCA, gestionan la mitad de las escuelas y los programas educativos del mundo, fundamentalmente en lugares de difícil acceso donde los gobiernos no pueden proporcionar educación a las comunidades pobres y vulnerables.
En los últimos años, el programa de entrenamiento de la FCA ha ayudado a miles de refugiados a salir del ciclo de la pobreza, el desempleo, los conflictos y la injusticia, la misión que impulsa el Objetivo 4 de la ONU: la educación de calidad. Esta semana, historias como la de Uwamahoro se compartirán en el Festival de Acción Mundial de los ODS para destacar la importancia de las asociaciones mundiales para garantizar la igualdad de oportunidades para todos.
Con los conocimientos adquiridos en el centro de formación de la FCA, Uwamahoro ha cultivado una pequeña parcela de tierra. Tres años después, la parcela rebosa de coles, cebollas, tomates, berenjenas y plátanos. Dos docenas de pollos y un puñado de ovejas y cabras completan su granja, una empresa de la que obtiene un beneficio decente, gran parte del cual se reinvierte en la tierra.
Uwamahoro afirma que una parte de sus ganancias se deposita en un grupo de ahorro local, similar a un plan de la FCA que utilizan más de 8.000 mujeres ugandesas y que ofrece sesiones de formación y préstamos, además de un lugar seguro para su dinero.
Sin embargo, la educación de Uwamahoro le ha proporcionado mucho más que un negocio lucrativo: literalmente ha puesto un techo sobre las cabezas de sus hijos.
“Cuando llegué a Uganda, era una refugiada y no tenía dónde vivir. Así que durante mi formación aprendí los fundamentos de la construcción y utilicé esos conocimientos para construir mi propia casa, conectada a la energía solar.”
Tal hazaña no habría sido posible sin la escolarización, un derecho humano del que se ven privados demasiados refugiados. Menos de dos tercios de los niños refugiados tienen acceso a la educación primaria, según estimaciones de ACNUR, muy lejos de la media internacional del 91%. Cuando se trata de la enseñanza secundaria, la diferencia es aún mayor: menos del 25% de los refugiados pueden acceder a clases de nivel secundario, frente al 84% de los jóvenes a nivel mundial. En el nivel universitario, el número de refugiados cae en picado hasta sólo el 1%.
La desigualdad de género es una constante en todo este asunto. Según ACNUR, las niñas refugiadas en edad de asistir a la escuela secundaria en Uganda tienen la mitad de probabilidades de matricularse que sus compañeros varones, ya que los padres, con recursos limitados, suelen dar prioridad a la educación de sus hijos varones, por considerar que éstos ganarán más en el futuro.
La historia de Uwamahoro demuestra que la inversión en una joven refugiada puede repercutir en otras generaciones, conduciendo a otras hacia una mayor igualdad, justicia y prosperidad. Su mayor logro no está en el ámbito del cultivo ni de la construcción, sino en ganar lo suficiente para mantener sin ayuda a sus hijos -uno de ellos huérfano adoptado de la guerra- y garantizar que también tendrán la educación necesaria para forjarse una vida mejor.
“La mejor escuela de la zona está demasiado lejos para que mis hijos se desplacen todos los días, así que uso el dinero que gano con mis cultivos y animales para enviarlos a un internado privado. El nivel de educación allí es realmente excelente.”
Al haber sacado a su familia de la penuria, Uwamahoro goza de gran prestigio en la comunidad local, y sirve de modelo para las niñas refugiadas que esperan emular su éxito. Para ellas, el mensaje de la congoleña es claro: comprometerse y estudiar mucho.
“Les digo que deben adquirir conocimientos. Y que tienen que poner la mente en orden y utilizar sus conocimientos, en lugar de perder el tiempo. Que se centren en sus deberes y utilicen la educación en su beneficio.”
Con el tiempo, Uwamahoro tiene la intención de seguir su propio consejo y volver a la escuela para continuar donde lo dejó. Con un conocimiento cada vez mayor de las matemáticas, la economía y la geografía, espera hacer crecer su negocio y, si todo va bien, ganar lo suficiente para enviar a sus hijos a la universidad.
"Quiero que mis hijos estudien al más alto nivel, porque la educación es lo único que me ha ayudado a llegar a donde estoy hoy".
“La educación es la clave del éxito.”