Hace apenas unos meses, Khaled Zaghdoud no creía que poder completar su último proyecto artístico.
Empezó a trabajar en él después de los mortíferos atentados terroristas que sacudieron Túnez hace casi seis años, pero desde que una ola de violencia afectó a su ciudad natal, Ben Gardan, donde el Estado Islámico ha tratado de establecer un bastión en 2016, se convirtió en objetivo de los extremistas.
Su estudio fue objeto de vandalismo en tres ocasiones, la última de ellas a finales de 2019, cuando, según el artista, se destruyeron 72 piezas destinadas a tres exposiciones diferentes.
Poco después, la pandemia ocasionada por el Covid-19 golpeó al país y las restricciones impuestas por las autoridades para frenar los contagios privaron a Zaghdoud de cualquier fuente de ingresos.
"Entre junio y agosto del año pasado no sabía ni qué comer", recuerda. "Tenía que pedir permiso a mis vecinos para recoger higos de un árbol cercano".
Poco más de seis meses después, este artista tunecino, apoyado por el KAICIID, ha finalizado su trabajo en One United Nations, una serie de caligrafías modernas talladas en madera.
Se publicará un libro sobre la serie y dos de sus piezas se incluirán en una exposición en una galería gestionada por la Unión de Artistas Visuales Tunecinos en la capital del país, del 13 al 31 de marzo.
Después de esto, el conjunto del proyecto se podrá ver a través de una exposición virtual en la web del artista.
Zaghdoud dijo que, para crear la serie, se inspiró en el dolor que sintió cuando más de 60 personas, en su mayoría turistas británicos, fueron asesinados por terroristas islámicos en dos atentados, con tres meses de diferencia, en el Museo Nacional del Bardo de Túnez y en un balneario cercano a la ciudad de Susa, en marzo y junio de 2015.
"Mi objetivo, a través de esta obra, era reconstruir la unidad entre las diferentes culturas", explica Zaghdoud.
"Lo hice seleccionando frases coránicas que desactivan las ideas y los mensajes promovidos por los extremistas religiosos y luego las tallé en madera de olivo, un símbolo universal de paz".
Según comenta el artista, el KAICIID le ha apoyado en la realización de diez de las piezas del proyecto.
One United Nations fue uno de los 60 proyectos seleccionados por el KAICIID en 2020 para promover el diálogo y la cooperación interreligiosa e intercultural en el mundo árabe.
También es el primero y, hasta ahora, el único proyecto de arte figurativo que ha sido respaldado por el programa.
"Es la primera vez que decidimos promover la cohesión social a través del arte", afirma Edwar Hanna, director del programa del KAICIID para la región árabe.
"Ni el arte ni la cohesión social se pueden explicar con palabras, sólo se pueden experimentar y practicar. Por eso el vínculo entre el arte y la cohesión social es tan singular y se refleja en esta iniciativa", afirma.
Según Amel Jabrane, que coordina las 60 becas del proyecto de diálogo, Zaghdoud puede utilizar su papel de artista para romper barreras y promover la tolerancia.
"Su objetivo es crear un diálogo a través de la religión sin identificarse con ella", dice. "Esto es posible a través del arte, porque el arte puede ser interpretado por cualquier persona en el mundo, independientemente de sus creencias, género, origen, nacionalidad, nivel de educación, etc.".
El proyecto de Zaghdoud combina dialectos estéticos árabes, chinos e hindúes a través de una técnica que mezcla caligrafía y pictografía, que el artista aprendió durante sus estudios en una escuela de arte sufí del sur de Túnez.
"Mi objetivo, a través del arte, es lograr la unidad para el futuro", dice. "Con este proyecto espero ayudar a aliviar el dolor y el sufrimiento que el extremismo religioso ha traído al mundo en los últimos años y restablecer la armonía entre hombres y mujeres, diferentes religiones y culturas y todas las formas de diversidad".
Zaghdoud, que ahora tiene 36 años, regresó a Túnez hace diez años desde París, donde trabajó como arquitecto de sistemas de información tras estudiar ingeniería.
"Era una elección obvia que tenía que hacer para proseguir mi investigación como artista, así como un equilibrio que no hubiera podido encontrar en Francia, donde la vida era muy materialista".
De vuelta a Ben Gardan, en el sureste del país, cerca de la frontera con Libia, Zaghdoud pudo reencontrarse con sus raíces multiculturales.
"Vengo de una sociedad bereber preislámica marcada por una diversidad cultural muy rica", explica. "Mi familia es musulmana sufí y me enseñaron a estar abierto a las diferentes culturas. Mi abuelo, que era profesor de primaria, nos leía a los niños cuentos del libro tradicional indio Calila y Dimna".
Sin embargo, poco después de regresar, Zaghdoud tuvo que presenciar y sufrir en primera persona la ola de violencia e intolerancia que azotó su país, y su ciudad en particular, tras la revolución tunecina.
"Lamentablemente, Ben Gardan está ahora muy expuesta a los atentados terroristas y está considerada como una zona de alto riesgo", afirma.
"Mi poder, como artista, no es reaccionar a la violencia, sino meditar, ser transparente y absorber toda la diversidad y los colores, comprender todas las formas y luego transmitirlas a los demás".