El Embajador ONG Keng Yong es actualmente el Vicepresidente Ejecutivo de la Escuela de Estudios Internacionales S. Rajaratnam (RSIS) de la Universidad Tecnológica de Nanyang en Singapur y fue Secretario General de la ASEAN (Asociación de Naciones del Asia Sudoriental) de enero de 2003 a enero de 2008. En su calidad de miembro de las Consultas Interreligiosas del G-20 para la región de Asia, el Embajador Ong comparte su perspectiva sobre el papel de los dirigentes religiosos y los responsables políticos para hacer frente a los problemas actuales de Asia, como el cambio climático, la igualdad de acceso a la educación y la necesidad de estrategias regionales más coordinadas.
¿Cuáles son los principales desafíos a los que se enfrenta actualmente Asia y cómo cree que el Foro Interreligioso del G20 está trabajando para abordarlos?
Asia es muy diversa en su cultura, economía, historia y organización política. Las disputas y conflictos sobre creencias, credos y tradiciones han preocupado a Asia durante mucho tiempo. El principal desafío de esta diversidad es la rivalidad y la impugnación interestatal sobre muchas cuestiones. Necesitamos más interacciones, compartir la forma de solucionar los problemas y aunar recursos para hacer frente a los desafíos. Por lo tanto, necesitamos hablar y escuchar más, por ejemplo, sobre las diferencias de creencias, credos y tradiciones, y encontrar soluciones prácticas o gestionarlas con las medidas de política adecuadas. El Foro Interreligioso del G-20 puede facilitar este enfoque y propósito.
¿De qué manera están alimentando los desastres climáticos los conflictos en Asia?
Algunos conflictos relacionados con los desastres climáticos surgen por la incapacidad de los grupos de contribuir equitativamente a la mitigación del cambio climático o de compensar a los grupos que lo padecen. En esta era tecnológica en la que nos encontramos, no es posible ocultar información o hacer las cosas de manera irresponsable. Todo el mundo tiene un papel que desempeñar en la lucha contra el cambio climático.
¿Cómo pueden las comunidades religiosas y los responsables políticos trabajar juntos para fomentar la sostenibilidad y el cuidado de las personas y el planeta?
Las instituciones religiosas pueden promover la cultura, la virtud y el espíritu de la vigilancia y la seguridad, para que todos los sectores de la sociedad puedan contribuir a aumentar la preparación para los desastres. La sensibilización y la educación de la gente son esenciales. Se pueden introducir ideas útiles y buenas prácticas en los lugares de culto: el reciclaje de los desechos, la reducción del uso del plástico, la conservación de los recursos hídricos y la defensa del concepto de que la humanidad importa. Esto, a su vez, ayuda a los líderes políticos a conseguir la aceptación de la sociedad en la aplicación de las medidas necesarias, tanto para la mitigación del cambio climático como para la adaptación.
Sobre la base de la experiencia de COVID-19, ¿cómo pueden los actores religiosos/interreligiosos participar en la gestión de la crisis de salud pública y contribuir a la salud mundial en coordinación con los responsables políticos?
Los expertos me dicen que las organizaciones religiosas e interreligiosas pueden desempeñar dos papeles. El primero, es desarrollar la conciencia moral y el comportamiento ético de los individuos, de modo que no desobedezcan las órdenes de confinamiento. Al mismo tiempo, estas mismas organizaciones pueden ayudar a trasladar, a nivel estatal, las preocupaciones de las personas a las que no llegan los programas de asistencia del estado durante la pandemia. Esto ayuda a prevenir una ruptura del orden social.
¿Cómo pueden los responsables políticos y los dirigentes religiosos colaborar para ayudar a los desfavorecidos económicamente?
Mis colegas que investigan en estas áreas me dijeron que, aunque las religiones y la política estatal funcionan de manera diferente, ambas comparten el objetivo de ayudar a satisfacer las necesidades básicas de los individuos, facilitando su movilidad ascendente y manteniendo lo que han logrado para el progreso de ellos mismos, sus familias y la comunidad a la que pertenecen. Colectivamente, esto contribuye a la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas.
¿Cuáles son las prioridades y necesidades en materia de política educativa que fomentarán la inclusión y la diversidad religiosa y cultural?
Los académicos me han reiterado que una prioridad clave hoy en día es aumentar la importancia de la armonía y la cohesión como valor cultural y social. Como dijo una vez la Presidenta Halimah Yacob, de Singapur, "cada uno tiene un papel" en "descubrir quién no está en la habitación o en la conversación". Un investigador me ha recordado que, incluso antes de que las personas se inicien en cualquier educación formal, sus familias son sus primeras escuelas. Todas las creencias, credos y tradiciones han enfatizado el papel y la virtud de la familia y las relaciones en ella.
¿Qué oportunidades faltan para los jóvenes y las mujeres en cuanto a la igualdad, el acceso al empleo y la educación? ¿Qué se puede hacer para resolver esto?
Primero, necesitamos un cambio de mentalidad. Para ello es necesario comprender que los hombres y las mujeres tienen rasgos complementarios entre sí, lo que, en lugar de suponer un motivo para la discriminación, puede ser en realidad una base para desarrollar mayores asociaciones entre ellos. La elaboración de políticas debe orientarse hacia la preparación para el futuro de los jóvenes de hoy. Esto significa ayudar a los jóvenes a desarrollar las aptitudes adecuadas para que sean más aptos para el empleo en la actualidad. Más allá de las aptitudes, también creo que los miembros de las generaciones más adultas deben encontrar formas de convertir a los jóvenes de hoy en líderes del mañana, basándose en la sabiduría del pasado y reconociendo al mismo tiempo la necesidad de estar preparados para el futuro.
¿Por qué son importantes estas consultas regionales del G20? ¿Qué espera que surja de esta colaboración?
Cada región o continente tiene su propio conjunto de cuestiones polifacéticas, algunas de las cuales están profundamente arraigadas en la historia. Esta dependencia del contexto implica que las políticas adoptadas a nivel mundial pueden requerir una mayor adaptación. Tendremos que poner especial cuidado en nuestros intentos de generalizar las soluciones existentes del nivel mundial al regional, o de una comunidad a otra. Deberíamos aceptar por qué las políticas del pasado no han funcionado y buscar la manera de ajustarlas para que respondan mejor a las necesidades específicas de cada región en el presente y en el futuro previsible. Es importante que todos los participantes en esas consultas y colaboraciones se sienten a la mesa con un espíritu de apertura, generosidad y empatía; de lo contrario, no se podrán aportar más soluciones a los retos que afrontamos hoy en día.