Marco Ventura es profesor de Religión y diplomacia religiosa en la Universidad de Siena y director del Centro de Estudios Religiosos de la Fundación Bruno Kessler de Trento. Desde 2016, ha formado parte del panel de expertos en libertad de religión o creencia de la OSCE/ODIHR (Oficina de Instituciones Democráticas y Derechos Humanos de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa) y fue el presidente anual de 2019 del Consorcio Europeo para la Investigación de la Iglesia y el Estado. Ha participado en las cumbres interreligiosas del G20 desde 2015. Como miembro de las Consultas Europeas de 2020, Marco analiza las enseñanzas que las instituciones europeas y las comunidades religiosas pueden aprender acerca de una mayor asociación intersectorial.
En un contexto ya habitual de una reunión virtual, celebrada por Zoom, el pasado 29 de junio de 2020, un Comisario Europeo y un metropolitano ortodoxo conversaron el uno con el otro sobre los temas concernientes al G20 de este año.
La tecnología puede funcionar sin problemas, pero hay muchos más factores en juego. El lenguaje y la comprensión, las prioridades y las valoraciones de los participantes están determinadas por diferentes visiones del mundo y contextos profesionales; su interpretación no solo se dirige a sus homólogos, sino también a sus integrantes y al contexto imperante de las políticas y prácticas de las comunidades religiosas (o interreligiosas) y la formulación de políticas internacionales europeas que determinan la viabilidad de la aplicación de lo decidido.
El diálogo intersectorial no suele ser fácil, sobre todo cuando incluso el respeto mutuo resulta difícil de cultivar. No obstante, su valor se está redescubriendo gradualmente, e incumbe a las instituciones europeas asumir su papel en la práctica.
Desde su fundación, el Consejo de Europa (fundado en 1950), la Unión Europea (1957) y la Organización para la Cooperación y la Seguridad en Europa (OSCE) (1975) han desarrollado, tanto juntos como por separado, un laboratorio para el diálogo internacional entre los dirigentes religiosos y los representantes políticos.
Más recientemente, desde su creación en 2014, el Foro Interreligioso del G-20 se ha convertido en una plataforma única "que busca soluciones globales mediante la colaboración con líderes de pensamiento religioso y representantes políticos".
A medida que el Foro Interreligioso del G20 se prepara para celebrarse en Arabia Saudí, resulta fundamental que tanto las instituciones europeas como el Foro Interreligioso del G20 participen en un intercambio que resulte enriquecedor para ambas partes. Sin embargo, para que este intercambio tenga lugar, las instituciones europeas tendrán que mejorar su compromiso con la movilización interconfesional mundial para la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
Replicando el lema adoptado en el año 2000 por la Unión Europea, "unidos en la diversidad", el desafío es doble: por una parte, se refiere a la unidad que se necesita para una cooperación mundial eficaz en pro de los mismos objetivos universales; por otra parte, se refiere a la protección y promoción de la diversidad religiosa.
Las instituciones europeas se enfrentan a tres niveles: la interacción de los dirigentes religiosos y los representantes políticos, la interacción de los dirigentes religiosos y las comunidades, y la interacción de los agentes públicos y privados.
Unidad y diversidad de los dirigentes religiosos y los representantes políticos
Al tiempo que defienden el principio de la neutralidad del Estado con respecto a la religión y adoptan la libertad de religión o de creencias como antídoto contra la explotación política de la religión y la explotación religiosa de la política, las instituciones europeas deben experimentar con más y mejores formas de relacionarse con los dirigentes y las comunidades religiosas.
En el contexto de la Unión Europea, el artículo 17, Nº 3 del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea (TFUE) proporciona la base jurídica para un "diálogo abierto, transparente y regular" entre la Unión y las organizaciones religiosas y filosóficas.
En este contexto, se pide a las instituciones europeas que se esfuercen por mejorar su marco de trabajo y sus prácticas con el fin de fomentar una mayor solidaridad con las comunidades religiosas europeas y proteger firmemente la diversidad religiosa y de creencias.
Unidad y diversidad de los dirigentes y comunidades religiosas
Al tiempo que se respeta la autonomía de las organizaciones confesionales y se asume la libertad de religión o creencia como un antídoto a la explotación política de la religión y a la explotación religiosa de la política, las instituciones europeas tienen el reto de proporcionar espacios y recursos para apoyar el diálogo entre los dirigentes religiosos y los miembros de las comunidades religiosas.
Este proceso puede desempeñar un papel fundamental a la hora de determinar la recepción y la respuesta de las comunidades a los acontecimientos mundiales y a los cambios de política. Como tal, exige un enfoque creativo que abarque las numerosas esferas de acción intergubernamental, los principios fundamentales de la democracia, la igualdad y los derechos humanos, y que se extienda a través de los diversos estratos e instrumentos de la gobernanza multinivel.
También exige un esfuerzo por atender las necesidades de comunidades muy diversificadas, antiguas y nuevas, grandes y pequeñas, al tiempo que se fomenta la cooperación y la transformación de las enemistades y rivalidades en un intercambio entre personas con diferentes visiones del mundo y estilos de vida.
Unidad y diversidad de los agentes públicos y privados
Con un gran sector público, con el que las comunidades religiosas están vinculadas de distintas maneras, los países europeos luchan contra una línea cada vez más difusa entre la esfera pública y la privada.
Las comunidades religiosas también se encuentran ante esta frontera de muchas maneras, por ejemplo, a través de empresarios de orientación religiosa o empresas neutrales desde el punto de vista religioso, pero comprometidas con el respeto de la diversidad religiosa en su fuerza de trabajo, las estrategias comerciales y financieras y la responsabilidad social de las empresas.
Dado que los objetivos de desarrollo sostenible exigen una mayor inclusión e iniciativa del sector empresarial, las consultas con los dirigentes y comunidades religiosas son fundamentales. Inspiradas por algunos de los múltiples ejemplos del resto del mundo, y dirigiendo a su manera, las instituciones europeas se enfrentan al reto de llevar a cabo un experimento único, explorando cómo la asociación interreligiosa puede conducir a una mayor igualdad en los sectores público y privado y a una mayor diversidad entre los dos sectores y dentro de ellos.
Las instituciones europeas se enorgullecen de ser un ejemplo de cooperación intergubernamental fructífera y de encabezar los progresos en la esfera de la libertad de religión o de creencias, la democracia y los derechos humanos, el diálogo con organizaciones religiosas y filosóficas y el intercambio sobre la religión en la sociedad, tanto dentro como fuera de Europa.
El Foro Interreligioso del G20 es una oportunidad para examinar y mejorar el registro interno, y para unir fuerzas con otros en todo el mundo con miras a crear una movilización más eficaz en pro del desarrollo sostenible.