Tamas Horn tuvo la idea de crear Adománytaxi Alapítvány (Fundación Benéfica Taxi) en 2015, en el momento cumbre de la crisis migratoria europea. A su alrededor, los ciudadanos húngaros abrían su casa y su corazón para ayudar a los solicitantes de asilo. Tamas pensó que era posible aprovechar el impulso que los había llevado a unirse para dar asistencia a esa llegada temporal de migrantes y canalizarlo para ayudar a los húngaros que viven en situaciones de pobreza persistente.
"Durante la crisis de los refugiados, comprobamos la cantidad de cosas sobrantes que la gente tiene en casa porque no saben qué hacer con ellas o no confían en que las organizaciones existentes les den un buen uso. Así que me pregunté si no podríamos ir directamente casa por casa a buscarlas. Publiqué la idea en Facebook y así fue como empezamos", explica Tamas.
Cuatro años después, la Fundación Taxi ha acudido a unas 800 viviendas de Budapest a recoger objetos no deseados y, gracias a la colaboración de 400 voluntarios, ha distribuido esos recursos por más de 40 localidades de toda Hungría. A pesar de su nombre, la Fundación Taxi hace más que distribuir las donaciones. El novedoso modelo de voluntariado de la asociación genera diálogo y oportunidades de acción social, conectando a personas de entornos rurales y urbanos de distintos orígenes.
Fotografía: János Kummer para el KAICIID
"Nuestro principal objetivo es tender puentes", afirma Tamas. "Los participantes disfrutan del voluntariado, pero también conocen de primera mano la vida rural. Conocer a aliados locales y a las familias nos da la oportunidad de hablar sobre temas urgentes y de contrarrestar los estereotipos. Toda esta labor contribuye a crear una sociedad más comprensiva y colaborativa, a hacer un entorno más sostenible y a reducir las desigualdades sociales".
En la mayoría de las localidades con las que trabaja la Fundación Taxi predomina la población romaní, una comunidad a la que a menudo se denigra y discrimina tanto en Hungría como en gran parte de Europa.
Para contribuir a la economía de la población de estos pueblos, la Fundación Taxi organiza mercados mensuales en los que se vende la mercancía a precios reducidos. Hasta la fecha se han organizado 45 mercados a los que han acudido más de 8000 personas.
Fotografía: János Kummer para el KAICIID
"Poner a los artículos un valor simbólico, por ejemplo de 20 céntimos, ofrece a la gente la posibilidad de comprar lo que necesitan, el orgullo de no tener que conseguirlo todo gratis", apunta Tamas. "Entregamos ese dinero a una ONG local para que lo invierta en actividades educativas para la infancia o en programas comunitarios como la plantación de árboles. Así los vecinos necesitados también pueden apoyar a su comunidad e invertir en ella".
Después del mercado, los voluntarios juegan con los niños del pueblo, comen con los líderes de la comunidad que han ayudado a coordinarlo todo y visitan a algunas familias en sus casas.
"Las visitas familiares son la parte más emocionante e interesante de cada viaje", continúa Tamas.
Además de recoger los donativos en Budapest, la Fundación Taxi también organiza subastas en la capital para cubrir sus costos operativos y dona ropa a las personas pobres de la ciudad.
"La gente de Budapest confía en nosotros porque somos transparentes y saben que las cosas que ya no quieren irán a parar a un buen sitio. Vamos hasta su puerta y los ayudamos a deshacerse gratis de lo que ya no usan", explica Tamas. "Gracias a las subastas, la gente puede comprar objetos a la última a un buen precio y colaborar con nuestra labor. Todas las partes salen ganando. Facilitamos a la gente la tarea de implicarse socialmente".
Fotografía: János Kummer para el KAICIID
Uno de los voluntarios más activos de la Fundación Taxi es András, el padre de Tamas. Afirma que la posibilidad de servir como voluntario en la organización de su hijo le ha permitido conocer a personas de todo el país. András describe el voluntariado no como un trabajo, sino como una fuente de alegría y oportunidades.
Pamela Kalas, aliada local y líder comunitaria de una de las localidades participantes, dice que la Fundación Taxi es la única organización que aporta "ayuda real sin utilizarnos para nada".
"Hay muchos programas benéficos que utilizan a la población romaní por distintos motivos", asegura Tamas.
Tamas empezó a trabajar con la comunidad romaní de Hungría hace una década; primero en un centro de música para niños romaníes y, más tarde, haciendo encuestas a los vecinos de los pueblos para su investigación academia. Estas experiencias lo ayudaron a tender puentes con la comunidad y, en última instancia, le sirvieron de inspiración para crear la Fundación Taxi.
Aunque la mayoría de los romaníes que se benefician de las donaciones de la Fundación Taxi son cristianos, Tamas y otros muchos voluntarios de la organización se identifican como judíos, aunque no todos se declaren religiosos. La Fundación Taxi opera desde el Punto de Encuentro Comunitario Judío Mozaic de Budapest, que le aportó formación gratuita sobre dirección de ONG y asesoría para poner en marcha la iniciativa.
"Me he impuesto la misión personal de movilizar a la comunidad judía", cuenta Tamas, que menciona a varias organizaciones presentes en el espacio de trabajo compartido de Mozaic. "Aquí tenemos numerosas ONG judías, pero muchas trabajan en su burbuja judía; yo quiero que vean la Hungría real y que se den cuenta de que la responsabilidad social es mucho más amplia".
Para los próximos años, Tamas tiene previsto ampliar enormemente el alcance de la Fundación Taxi. El almacén en el que guardan los objetos donados está lleno, así que la única opción es crecer y hacer más entregas para que pueda llegar más ropa. Tamas también está trabajando para formar y desarrollar las capacidades de los líderes locales de los pueblos.
Tamas no imagina la posibilidad de dejar la Fundación Taxi, pero cree que podría dar un paso atrás para seguir otros caminos en la sociedad civil o en la política cuando considere que la organización ha llegado a un punto de estabilidad.
"La Fundación Taxi ha cambiado mi vida. Me dio un trabajo, la misión de empoderar a otras personas e influir en ellas. Ahora, quiero cambiar este país", afirma Tamas. "Creo que si conseguimos que la gente abra los ojos y se implique, tendremos un auténtico diálogo y podremos cambiar todo el sistema".
Fotografía: János Kummer para el KAICIID