En Nigeria, el Centro Internacional de Diálogo (KAICIID) y sus aliados locales están construyendo un proyecto de paz: implementando campañas específicas para combatir el discurso del odio, promoviendo elecciones sin violencia, creando comités regionales de paz que actúan como sistemas de alerta y respuesta temprana, y otorgando subvenciones a iniciativas innovadoras tendientes a consolidar la paz. El Dr. Safiullah Munsoor, Director de Programas del KAICIID, analiza la situación actual en Nigeria y comenta sus esperanzas para el futuro del país.
En su carácter de única organización intergubernamental con un mandato de diálogo interreligioso, el KAICIID es pionero mundial en el terreno de la consolidación de la paz. El trabajo del Centro abarca más de 50 países a los que llega con sus programas de promoción y desarrollo. En las cuatro áreas donde el KAICIID centra sus actividades (la región árabe, la República Centroafricana, Nigeria y Myanmar), el Centro ha desarrollado un paquete integrado de enfoques, métodos y herramientas específicos para determinados contextos, con el objeto de resolver y mitigar los conflictos y de generar los instrumentos necesarios para construir un proyecto de paz.
Nigeria, un país petrolero con una de las mayores economías de África, paradójicamente tiene un elevado nivel de pobreza. El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) estima que la pobreza afecta al 50 % de la población, y le asigna el puesto 157 (de un total de 189 países y territorios) de acuerdo con el Índice de Desarrollo Humano.
Con una población de 186 millones de habitantes (que se estima llegarán a 200 millones en 2019) y más de 250 grupos étnicos, Nigeria parece más un continente que una nación. Aunque la proporción de musulmanes y cristianos en el país es casi igualitaria, cada uno de estos credos agrupa numerosas denominaciones, lo que agrava todavía más una situación ya delicada.
Sumado a ello, los conflictos tribales y étnicos manipulan el componente religioso para favorecer sus propios intereses. Esto se ve exacerbado aún más por el grupo radical Boko Haram en el noreste de Nigeria y por el conflicto entre agricultores y pastores que afecta a distintas partes del país.
Sin embargo, pese a que en Nigeria hay problemas de seguridad, la vida parece seguir adelante, lo que indica que la población es resiliente. Abuja, la cosmopolita metrópolis, con cada vez más fluctuaciones y con una población de 6 millones de personas, parece estar en eclosión. Llaman la atención la energía y el entusiasmo que demuestran los niños y las niñas mientras llevan a cabo sus pequeños intercambios comerciales en las calles. Para mí, esto es señal de que es posible aprovechar y desarrollar el potencial de los jóvenes a fin de formar una generación de futuros líderes y emprendedores. Es preciso contar con un programa nacional e integrado que dé a los jóvenes fácil acceso al financiamiento y al desarrollo de la capacidad, y se nutra del potencial que Dios les ha dado.
Nigeria también tiene enormes posibilidades en materia de recursos naturales y una fuerza laboral con educación. Sin embargo, este potencial solo puede aprovecharse si en el país reinan la paz y la armonía. Esta es una oportunidad para utilizar eficazmente el accionar del KAICIID y el tipo de diálogo interreligioso que propicia para sortear las líneas divisorias, trabajando en forma conjunta con los aliados nacionales y locales.
El Centro está dando un paso histórico con la de celebración de una alianza de líderes cristianos y musulmanes de alto nivel a través del Foro de Diálogo Interreligioso para la Paz (IDFP). La plataforma está integrada por 100 líderes locales, con igual representación de cristianos y musulmanes. Habiendo interactuado con muchos de ellos durante una misión reciente, recordé una vez más el potencial y el compromiso que estos representantes traen consigo.
Fue una gran alegría ver a los musulmanes y cristianos relacionándose entre sí pese a sus diferencias, reflejando los textos de las divinas escrituras: “Os congregamos en pueblos y tribus para que os conozcáis unos a otros” (Corán, 49:13) y “la fracción del pan” (Santa Biblia, Hechos de los Apóstoles 2, 42-46). Juntos, analizaron planes para el futuro, lo que representa una luz de esperanza.
El IDFP es una iniciativa sin precedentes, fortalecida mediante un mandato definido, reglas y reglamentaciones; además, desde 2017 tiene personería jurídica reconocida. Los miembros del IDFP deliberan cuando estallan conflictos o situaciones de violencia: emiten declaraciones, realizan visitas de promoción y desarrollan capacidad en todo el territorio del país. Los miembros constituyen un canal exclusivo para implementar programas destinados a fomentar la resiliencia y promover los sistemas de alerta temprana. Actualmente, el IDFP está elaborando su Plan Estratégico 2020-2024, con estrategias para hacerlo más sostenible en el tiempo, de manera tal que pueda generar sus propios recursos y también actuar como vehículo y promotor de políticas en el ámbito del diálogo interreligioso para la consolidación de la paz.
El IDFP también trabaja con aliados nacionales y locales para catalizar el cambio y concienciar sobre las semejanzas de la condición humana, más allá de las diferencias sociales, culturales y religiosas. Asimismo, realiza intervenciones con objetivos definidos, tales como el fomento de la lucha contra el discurso del odio, la promoción de la mayor tolerancia y el impulso a la coexistencia social.
Antes de las elecciones nacionales de febrero, el IDFP se centró en reducir la violencia electoral mediante actividades de formación y divulgación en los medios; este accionar incluyó un amplio llamado a la paz, compartido con millones de votantes a través de los medios sociales y los canales de televisión nacionales. Fue una gran satisfacción ver que las elecciones dieron resultados sin una gran cuota de violencia, lo que reforzó el concepto de que el proceso democrático aún es factible en el continente si existe la voluntad común de lograrlo. Actualmente se está examinando el modelo piloto del IDFP, con vistas a transformarlo en mecanismos más formales de alerta temprana y respuesta temprana.
Además, los Comités Regionales de Paz, creados junto con el Centro Kukah, han recibido formación en materia de promoción de elecciones sin violencia y mediación, y funcionan como sistemas de alerta temprana en seis estados del noreste.
Por último, cada año, las pequeñas subvenciones del KAICIID financian iniciativas de base que empoderan a organizaciones y actores locales para implementar campañas contra la violencia, y congregan a los líderes religiosos en torno a una mesa para debatir cuestiones como políticas públicas y desarrollo comunitario. Hasta ahora se han implementado 14 subvenciones, que han llegado a 4.000 beneficiarios de 13 comunidades.
En ocasiones, estas tareas suponen importantes desafíos, pero estos son algunos ejemplos de cómo, en el marco de una situación volátil, las personas de toda extracción pueden reunirse y, más allá de toda duda, representar una diferencia positiva. Mantenemos la esperanza de vivir y morir para hacer del mundo un lugar mejor.
Acerca del autor: La carrera internacional del Dr. Mohamed Safiullah Munsoor en el ámbito del desarrollo abarca más de tres décadas e incluye trabajo para el Organismo Canadiense de Desarrollo Internacional, el Fondo de Solidaridad Islámica para el Desarrollo, Save the Children (Noruega) y las Naciones Unidas. A lo largo de su carrera, el Dr. Munsoor ha trabajado en más de 20 países de Asia, el Pacífico, África, Oriente Medio y Europa. Su trabajo profesional se ha centrado principalmente en la reducción de la pobreza, el desarrollo de la capacidad, la planificación estratégica, y el desarrollo y la gestión de programas. En la actualidad cumple funciones como Director de Programas del KAICIID; en tal carácter, supervisa las tareas del Centro en la región árabe, la República Centroafricana, Myanmar y Nigeria.