Mabrouka trabaja para el Ministerio de Educación y Autoridad Islámica Oficial de Austria, como inspectora para los profesores de religión islámica en la Baja Austria
Con base en su experiencia, ¿cómo cree que la religión puede afectar los procesos de integración?
Depende de cómo se conciba la religión. Veo casos distintos en mi trabajo en escuelas con diferentes padres. Mi sensación es que no existe una única comprensión del islam, por ejemplo, y que en consecuencia depende de cómo lo perciba cada persona. Si los padres son muy conservadores, pueden pensar que tienen que protegerse ellos y a sus hijos de la influencia de la sociedad mayoritaria. Esto puede dar como resultado que perciban la integración como un riesgo. Así, a menudo vemos padres que evitan que los niños participen en actividades como clases de natación o excursiones. Los padres conservadores suelen considerar todo lo que no sea aprender un peligro para los niños. Por otro lado, si la percepción que tienen los padres de la religión se encuentra en el otro extremo del espectro, es decir, entienden la religión como un conjunto de valores que existen para ayudar a las personas a encontrar su camino en la vida, lo que a menudo veo en este caso es que este tipo de padres apoyan y promueven el proceso de integración. Es muy importante diferenciar este punto ya que la religión en sí misma es algo abstracto. Nuestra percepción de la religión es lo que se manifestará en la realidad.
En su experiencia, ¿de qué manera puede contribuir el diálogo interreligioso a la integración?
El diálogo en general es muy importante hoy en día porque de otra manera viviríamos juntos pero separados. El diálogo nos reúne para conocernos más los unos a los otros, para entender a los demás y para librarnos de nuestro miedo al Otro. El diálogo interreligioso es un poco más especial ya que se trata de reunir a las personas en el espíritu de valores comunes para que intenten comprender las perspectivas de los demás y trabajar con las diferencias de los demás de una manera constructiva que promueva la convivencia y el respeto mutuo. Hay algo especial en este diálogo y, cuando funciona bien, seguro que puede contribuir a la integración.
Recuerdo que en 2015, cuando el flujo de inmigrantes era enorme, los profesores de religión hicieron un esfuerzo tremendo para asumir este desafío. Muchos refugiados vinieron sin tener ni idea de cómo funcionaban las escuelas en Austria, y ni los directores ni los docentes sabían cómo gestionar este nuevo reto. Los profesores de religión (católicos, protestantes, musulmanes, alauíes...) abordaron esta situación e intentaron convertir un reto en una oportunidad. Colaboraron con Caritas e intentaron identificar las necesidades. Por ejemplo, en invierno organizaron un proyecto interreligioso denominado “Pies calientes para todos” y recogieron más de 450 pares de calcetines. Fue algo muy conmovedor.
Al principio la gente reaccionó por compasión, pero después, cuando surgieron problemas, el ánimo no fue tan bueno como al principio. De nuevo, los profesores de religión de diferentes religiones se reunieron con sus alumnos y abordaron este problema. Los refugiados tuvieron que aprender que todas las escuelas tenían sus normas y forma de funcionar, y otros tuvieron que aprender que los recién llegados necesitan tiempo para integrarse; para ellos no es fácil. Fue una muy buena oportunidad para que los profesores de religión apoyaran a la escuela. Tanto los directores como el resto de los profesores apreciaron mucho sus esfuerzos ya que contribuyeron a crear un entorno pacífico en la escuela así como a la integración.
Después de la primera ola migratoria, ¿qué esfuerzos de diálogo interreligioso están realizando los profesores actualmente?
Cuando surge un problema religioso o cultural en la escuela, la primera persona a la que se dirigen los directores es al profesor de religión. El director necesita la ayuda del profesor de religión. Por ejemplo, si durante el ramadán los alumnos quieren hacer ayuno y esto es un problema porque hace demasiado calor, el director no les puede convencer de que coman y beban, pero el profesor de religión sí puede.
Los profesores de religión también tienden puentes entre los padres y la escuela. Hay veces en que los padres todavía no saben cómo funciona el sistema, y aquí es donde el profesor de religión sirve de ayuda. Otro ejemplo: a veces los profesores de religión intervienen y convencen a los padres para que permitan a sus hijas ir a una excursión con la clase. Los padres los respetan y confían en ellos. En ocasiones basta con que los padres vean que la profesora lleva velo para que crean que “es una de los nuestros”.
Entonces, ¿media usted a menudo entre padres y escuelas?
Sí. A veces sale bien y otras no. De todos modos siempre intento hacerlo lo mejor posible para ayudar a estos niños, especialmente a las niñas. No solamente se trata de diálogo interreligioso. Es diálogo interreligioso e intercultural. No creo que se puedan separar.
¿Cuáles son los desafíos que enfrenta el diálogo interreligioso en el proceso de integración?
Vivimos un momento de creciente polarización, y esto es algo que dificulta nuestro trabajo. A veces me parece que incluso amigos que me conocen desde hace mucho tiempo ahora me preguntan cosas raras, porque están influidos por el clima político. El entorno político y social afecta al diálogo. Para mí, es muy importante que la escuela siga siendo un lugar seguro para estos niños.
Contamos con el entorno, el lugar y el momento adecuados, pero la integración no es un proceso unidireccional, no se consigue solamente con el esfuerzo de los profesores de religión… Todos los profesores pueden contribuir.
Quizás otro reto es que en algunas escuelas los alumnos musulmanes son más del 80 % y en otras solamente hay un alumno musulmán en una clase. La cuestión en estos casos es cómo fomentar la integración. La integración necesita de la diversidad. En ocasiones los profesores confunden la integración con la asimilación, pero la asimilación es muy peligrosa. Por el contrario, la integración celebra la diversidad. La integración enriquece el entorno, en cambio la asimilación hace que los alumnos renuncien a parte de su identidad.
A raíz de su propia experiencia, viniendo de Túnez hasta Austria y experimentando el proceso de integración, ¿cómo se ve a usted misma hoy en día? ¿Cómo percibe la integración?
Me he integrado muy bien en el Ministerio de Educación de la Baja Austria y esto es muy importante en mi trabajo porque si estoy integrada estoy abierta y puedo hacer que las personas dialoguen conmigo. El diálogo también tiene que ver con el coraje. Si tengo miedo, no puedo iniciar un diálogo ni participar en él. Tengo que ser auténtica y crítica, y también tengo que aceptar las críticas. Me ha ido muy bien en la Baja Austria. Mis colegas de Viena están sorprendidos, porque los directores acuden a mí cuando hay un problema de integración en sus escuelas.
En general, para el diálogo tenemos que difundir las historias positivas. Porque lamentablemente la mayor parte del tiempo hacemos referencia a historias negativas. Nosotros, como personas religiosas y defensoras del diálogo, tenemos que compartir estas historias positivas puesto que son el contrapunto de otras historias, ofrecen esperanza para seguir dialogando. Lo mismo es cierto en el caso de la integración. Cada vez que hablamos sobre ella, se hace desde un punto de vista muy negativo. La integración no solo son problemas con el velo, el ramadán, la natación, etc. Me gustaría utilizar la palabra “inclusión” en lugar de “integración” ya que así todos los alumnos estarían juntos en el mismo terreno. Es muy habitual que la integración se utilice y se entienda erróneamente. Debemos ser cuidadosos. Nos centramos en un grupo que tiene que integrarse y olvidamos a otros grupos de Austria. Creo que este es el problema general de Europa.
Mi lema en la vida es “seguramente no puedo cambiar el mundo, pero puedo arreglar parte de él”. Esto me motiva a hacer más y más.
Según su experiencia, ¿el proceso de integración afecta la percepción de la religión?
La religiosidad es algo que cambia, no es fija. Me río cuando recuerdo cómo percibía mi religión hace 20 años, todo era muy diferente de hoy en día.
Asimismo, debemos contextualizar la religión. De lo contrario, no tiene sentido. La misma religión se puede interpretar de formas diferentes en países diferentes. Por supuesto existen valores fundacionales que no cambian, pero otros se deben adaptar y contextualizar. Esto nos permite entender mejor a nuestros hijos, porque si les imponemos ideas religiosas de otro contexto o momento, no serán capaces de interiorizarlas. Tendrían que elegir entre el extremismo o el abandono completo de la religión, y ninguna de estas dos opciones es buena. Tenemos que contextualizar la religión y verla con los ojos del siglo XXI.